La Vida es Garra

Querid@s Amig@s del ciberespacio infinito,
No hay nada más placentero que saber disfrutar de los pequeños momentos agradables la vida nos ofrece a diario, tras los que todos sabemos - no nos engañemos tras falsas expectativas de espejismos grandilocuentes de sucesos extraordinarios que nunca llegan- que se encuentra la verdadera felicidad.
Qué duda cabe que estos inocentes lujos cotidianos están en su inmensa mayoría al alcance de todos. En esta ocasión, la primera en la que tengo el placer de dirigirme a vosotr@s desde mi recién estrenado rinconcito virtual, y porque la hora así lo aconseja - son apenas las cinco de la tarde - hablaremos del sugestivo momento de la merienda.
El mero hecho de "merendar", esto es, tomar algo ligero antes de la cena, a media tarde, acompañado de alguna bebida, ya puede ser considerado como un acto deliciosamente garra.
En efecto, amig@s mías: Garra.
El propósito de este blog no es otro que el de introduciros en el interesante, ordinario y no por ello menos maravilloso mundo de "lo garra", del que todos sin excepción formamos parte, somos culpables y que sin duda es la verdadera globalización, ya que "la garrez" es lo que nos iguala, independientemente de nuestro origen, condición social, credo, ideología o nacionalidad.
En este momento, os estaréis preguntando, amig@s mí@s, "¿A qué c... se estará refiriendo éste?"
Muy sencillo: "garra" es toda persona o cosa, animada o no, situación y/o lugar con indisimuladas - y en el fondo, hasta inocentes - pretensiones de aparentar un cierto estatus, belleza, poder, distinción y elegancia... Que sin embargo se pasan del límite y llegan a alcanzar, en mayor o menor medida y de una manera deliciosamente infantil, la vulgaridad y el mal gusto.
Condición sine qua non para que algo pueda ser tachado de garra es, sin embargo, que el objeto de nuestro estudio sea, en el fondo, de nuestro agrado. De otro modo, se trataría simplemente de algo hortera o cutre.
Así, todos y cada uno de nosotros, pobres mortales, somos sin lugar a dudas un poco garra.
¿Que no estáis de acuerdo?
Reflexionemos un poco entonces sobre el caso que hoy nos ocupa: Ése juego de té o de café que atesoramos en la vitrina (lugar del hogar que siempre es refugio de objetos garra por antonomasia), con sus dorados, cornucopias y motivos floreados, y que ceremoniosamente ofrecemos a nuestros invitados en ocasiones especiales; las cucharillas de café, a lo peor decoradas con escudos de ciudades y que orgullosamente coleccionamos (..."son de plata; la de Benidorm me la trajo la tía Encanna de vuelta de un viaje con el Inserso"...), todo sobre el escenario de las mantelerías imposibles de ganchillo o crochet que aprisionamos bajo los pesados cristales que acorazan la mesa más garra de todas: la mesa camilla.
Mención aparte merecen las viandas que consumimos en este momento del día: ¿Puede haber algo más decididamente garra que unas pastas? (las bañadas en chocolate y coco, las que más)
Por no hablar del infinito mundo de la repostería más barroquizante: Garra fueron, son y serán las sultanas, los petisús, los piononos, los palos de nata, las milhojas y, cómo no, el inquitante mundo de "la bandeja de dulces"; sí, esa inocente y dorada portadora de un ejército de inefables "delicias" de colores fluorescentes y viscosas texturas, en ocasiones acompañadas de unos barquillos cubiertos de...chocolate y coco. Otra vez!
Es vuestro turno, querid@s amig@s del cibermundo: Éste espacio estará toda la semana a vuestra entera disposición para que os explayéis, a modo de terapia, contándonos detalladamente y sin censuras ni remordimientos, cuál fue vuestra merienda más garra.
Y no os olvidéis nunca de que... La Vida es Garra!
¡Hasta la próxima, ammig@s!